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la segunda guerra mundial

jueves, 10 de julio de 2008

Adolfo Hitler



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domingo, 6 de julio de 2008

"Adolf Hitler" (La Guerra)

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Etiquetas: la guerra

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HITLER, EL HOMBRE TRAS EL IMPERIO



El Tercer Reich colapsó en la primavera de 1945. Pocos supieron lo que pasaba realmente tras su fachada. La dictadura operó en secreto. Hitler es el último de los grandes conquistadores en la tradición de Alejandro, César o Napoleón. Y el Tercer Reich, el último de los imperios. En el 28 de enero de 1933 se destituyó al anciano presidente mariscal Von Hindenburg. Hitler, jefe del nacionalsocialismo, el partido político más numeroso de Alemania, pedía la cancillería de la República Democrática que había prometido destruir. Quería abolir el régimen democrático. El Presidente tenía 86 años y aunque se oponía, flaqueó y el 30 de enero nombró canciller a Hitler. Éste ya se hacía acompañar por Goebbels, Roehm y Goering. Hitler había sido un vagabundo que caminaba en Viena, un soldado anónimo de la Primera Guerra mundial, fascinante orador y austríaco. Tenía 43 años cuando lo nombraron, se emocionó. Con ese episodio cambió la historia de la humanidad. Su nombramiento se celebró en las calles con marchas. ¿Supo Hindenburg lo que había echado a andar? Hitler saludaba y sonreía emocionado. Goebbels escribió: la revolución alemana ha comenzado.
Su reino duró 12 años y 4 meses. Causó una erupción violenta y destructora, desolación, calculada carnicería de vidas y espíritu humano. Sobrepasó todas las salvajes opresiones de las eras anteriores. Hitler fundó el Tercer Reich. Lo gobernó despiadadamente, con astucia poco común. Lo condujo a las vertiginosas alturas y a un espantoso fin. Tenía personalidad demoníaca, voluntad de granito, misteriosas intuiciones, fría crueldad, notable inteligencia y alta imaginación. Al final se encontraba borracho de poder y de triunfos. A algunos alemanes y extranjeros les pareció un charlatán. Luego tomó aura de jefe carismático, lo siguieron ciegamente como si poseyese el juicio divino.
Nació a las 6:30 de la tarde del 20 de abril de 1889 en una modesta posada en Braunau, Austria, en la frontera austro-germana. Hitler tenía una media hermana, Angela, que tenía una hija: Geli Raubal, el verdadero amor de Hitler. También tenía un medio hermano, Alois, pero Hitler no quería saber nada de él. Era el vivo recordatorio de su origen humilde. Hitler nunca habló de su familia.
A los 6 años ingresó a la escuela, era 1895. A los 15 años ya se había cambiado 7 veces de dirección y había estado en 5 escuelas diferentes. Un compañero lo recuerda como un discutidor autocrático, de opiniones propias, mal carácter e incapaz de someterse a la disciplina escolar. No era trabajador. Un profesor de historia, Leopold Poetsch, influyó en Hitler. Era un fanático nacionalista alemán. Hitler le rindió tributo en su libro. "Usaba nuestro fanatismo nacional en brote como medio de educarnos, apelando frecuentemente a nuestro sentimiento de honor nacional. Hizo de la historia mi tema favorito. Fue entonces cuando me convertí en un joven revolucionario", escribió en su libro. Con la muerte de su padre Hitler lloró. Su madre, viuda y con dos hijos, se vio obligada a hacerlo estudiar la carrera de funcionario civil. Pero su hijo no deseaba eso y, aunque se querían, entre ellos hubo fricciones. A los 16 años padeció de una dolencia pulmonar y fue mandado a la casa de su tía en Spitel.
En geografía e historia obtuvo notable, en dibujo sobresaliente, según su último informe. Al salir de la escuela se emborrachó. Luego se mantuvo abstemio, no fumador y vegetariano. Descubre los años más felices de su vida, entre los 16 y 19 años. Soñaba con un futuro como artista. Se negaba a trabajar y así ayudar a su madre económicamente. Le parecía repulsiva la idea de recibir un sueldo. La felicidad era no tener que trabajar y eso le dio libertad: soñaba, pensaba, hablaba con amigos del mundo, escuchaba a Wagner. Un amigo lo recuerda como pálido, enfermizo, un joven tímido y reticente con repentinos estallidos de furia histérica contra los que no estaban de acuerdo con él. Estaba decidido a ser artista, pintor o arquitecto. Pero desde los 16 años estuvo obsesionado con la política. Odiaba la monarquía de los Habsburgo y todas las razas no alemanas del Imperio Austro húngaro. Tenía un amor igualmente violento hacia todo lo alemán. A los 16 años ya era un fanático nacionalista alemán. Se hizo lector voraz. Sus obras favoritas eran de historia y mitología alemanas.
En 1906 se fue a Viena con el dinero que le dio su madre. La primera visita le encantó. A los 18 años postuló a la Academia de Bellas Artes, pero no aprobó el ingreso. Postuló al año siguiente y tampoco fue aceptado. Para el joven ambicioso fue el hundimiento. Sufrió el dolor del fracaso. El 21 de diciembre de 1908 murió su madre de cáncer. Fue un golpe. Había respetado al padre, pero a su madre la quería. La muerte puso fin a sus planes de alto vuelo. Se vio obligado a conseguir su propio dinero. Partió a Viena nuevamente. Entre 1909 y 1913 vivió años de completa miseria e indigencia. Hitler trabajó en extrañas tareas: retirar nieve de las calles, sacudir alfombras, llevar maletas, de peón. Durante 4 años vivió en pensiones de baja categoría, en barrios miserables, se salvó de morir de hambre porque iba a las cocinas de caridad. Fue la época más triste de su vida. Sufría de hambre, pero nunca trató de conseguir un trabajo fijo. No quería caer en las filas del proletariado, de los trabajadores manuales.
No tenía vicios y usaba un largo abrigo. Para él leer era un arte: saber retener lo esencial y olvidar lo no esencial. Fue tomando forma su visión y filosofía del mundo que fueron luego, los cimientos de sus actos.
¿Qué aprendió tan importante? La monarquía del Danubio agonizaba. Durante siglos una minoría germano-austríaca había gobernado un imperio formado por 12 nacionalidades diferentes. Desde 1848 la autoridad se había ido debilitando. A comienzos del siglo XX los pueblos eslavos pedían igualdad y autonomía nacional. Las clases bajas reclamaban derecho a voto, los trabajadores pedían sindicatos y derecho a huelga. Hitler, joven y fanático nacionalista austro-germano, era opuesto a estas evoluciones. Para él, el imperio se hundía en un pantano. Podía salvarse sólo si la raza germana dominante recobraba la antigua y absoluta autoridad. Otras razas, para él, sobre todo los eslavos, eran inferiores. Había que gobernar con mano de hierro y dejarse de tonteras democráticas. En los comedores de caridad comenzó a gestarse una astucia política que le permitió ver con asombrosa claridad las fuerzas y debilidades de los movimientos políticos contemporáneos. Hitler se dio cuenta de la importancia de la oratoria en la política. Los oradores públicos eran efectivos. Escribió: "la fuerza que mueve avalanchas políticas y religiosas es el mágico poder de la palabra hablada y sólo eso. Las grandes masas de gente pueden ser movidas solamente por el poder de los discursos. Todos los grandes movimientos son movimientos populares, erupciones volcánicas de las pasiones y de los sentimientos emocionales humanos, fomentados bien por crueles dioses del dolor o por la antorcha de la palabra arrojada entre las masas, no por chorros de limonada de los estetas literarios y de los héroes de salón".
Comenzó a practicar oratoria entre los grupos de oyentes que formó en las posadas de baja categoría, comedores de beneficencia y en las esquinas. Se convertiría en un talentoso orador, más que ningún otro alemán de la época, lo que contribuyó en gran parte a su asombroso éxito. Según sus amigos, desde la escuela era antisemita.
En Viena vivían unos 200 mil judíos. Hitler se preguntó si eran alemanes. Comenzó a leer literatura antisemita. Dice que empezó a ver judíos por todas partes "a menudo sufrí náuseas al oler a estos portadores de caftan". Poco después, dice, descubrió la mancha moral de este pueblo elegido. Aseguró que los judíos eran responsables de la mayor parte de la prostitución y trata de blancas. "Reconocí al judío como el director calculador, desvergonzado y sin corazón de este repugnante tráfico del vicio entre la gente baja de la gran ciudad, un frío estremecimiento me recorrió la espalda". Mi Lucha, su libro, está sembrado de alusiones espeluznantes a extraños judíos que seducían a inocentes muchachas cristianas y así adulteraban su sangre. En 1913 abandonó Viena y se fue a Alemania, tenía 24 años. Parecía un fracasado: ni pintor ni arquitecto. Era un vagabundo excéntrico, lleno de libros, sin amigos, familia, trabajo ni hogar, pero con una ilimitada confianza en sí mismo y un sentido ardiente de su misión. Le repugnaba el imperio de los Habsburgo, el conglomerado de razas de la capital, sobre todo los judíos. Mezcla, según él, que corroía a la cultura alemana. El verano de 1914 estalló la Primera Guerra Mundial. Comenzaba el período más memorable de su vida. Lo hirió la derrota. El ejército alemán no había sido vencido en el campo de batalla sino por traidores de la retaguardia. Así nació para Hitler, como para otros alemanes, la leyenda de la puñalada por la espalda que ayudó a socavar la república de Weimar y preparar el terreno para su llegada al poder. Ahí supo su destino: la política. Una decisión fatídica para el mundo. ¿Qué posibilidades tenía un austríaco de 30 años, sin amigos, sin dinero, sin trabajo ni experiencia?
Comenzó a servir para el ejército. Lo destinaron oficial instructor que debía combatir ideas peligrosas: pacifismo, socialismo, democracia. Habló ante un gran auditorio y ése fue el comienzo de una habilidad con la que se convirtió en orador efectivo, de mágico poder.
Utilizó la radio para ganarse a millones de oyentes. Le ordenaron investigar al partido político obrero alemán. Hitler oyó una conferencia de Gottfried Feder y quedó impresionado. Vio el llamado de Feder a abolir las esclavitud capitalista, una de sus premisas esenciales para fundar el nuevo partido. Vio un poderoso slogan para la próxima lucha. Pensó que era una organización como tantas otras. Era época en que surgían muchos partidos políticos, no juzgó a éste diferente.
En esa charla, un profesor propuso que Baviera se separara de Prusia y se fundara Alemania del Sur junto con Austria. Hitler se encolerizó y habló violentamente, la gente miró a este desconocido y joven orador atónitamente. Hitler, luego, leyó un folleto del partido y vio reflejado en él gran parte de sus ideas. Recibió una postal en que se le anunciaba que había sido aceptado como miembro. Fue a una reunión, el ansia de esos hombres de un nuevo movimiento lo atrajo. Pensó que podía unirse a ellos, la insignificancia del partido podía darle la oportunidad a un joven enérgico como él. Tomó la decisión más importante de su vida: se unió al partido. Necesitaban un jefe, qué mejor que un buen orador como Hitler. Se convirtió en íntimo consejero y fue presentado, entre otros, a Rudolf Hess y Alfred Rosenberg.

La Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto armado más grande y sangriento de la historia mundial, en el que se enfrentaron las Potencias Aliadas y las Potencias del Eje, entre 1939 y 1945. Fuerzas armadas de más de setenta países participaron en combates aéreos, navales y terrestres. Por efecto de la guerra murió alrededor del 2% de la población mundial de la época (unos 60 millones de personas), siendo los civiles la mayoría de los fallecimientos. Como conflicto mundial comenzó el 1 de septiembre de 1939 (si bien algunos historiadores argumentan que en su frente asiático se declaró el 7 de julio de 1937) para acabar oficialmente el 2 de septiembre de 1945.

Antecedentes
Artículo principal:
Causas de la Segunda Guerra Mundial
Las causas de la Segunda Guerra Mundial más inmediatas al estallido de la misma son, por una parte, la invasión de Polonia de 1939 por parte de los alemanes, y los ataques japoneses contra China, los Estados Unidos de América y las colonias británicas y holandesas en Asia. La Segunda Guerra Mundial estalló después de que estas acciones agresivas recibieran como respuesta una declaración de guerra, una resistencia armada o ambas por parte de los países agredidos y aquellos con los que mantenían tratados. En un primer momento, los países aliados estaban formados tan sólo por Polonia, Gran Bretaña y Francia, mientras que las fuerzas del Eje consistían únicamente en Alemania e Italia, unidas en una alianza mediante el Pacto de Acero.
A medida que la guerra progresó, los países que iban entrando en la misma (al ser de forma voluntaria, o al ser atacados) se alinearon en uno de los dos bandos, dependiendo de su propia situación. Ese fue el caso de los Estados Unidos y la
URSS, atacados respectivamente por Japón y Alemania. Algunos países, como Hungría, cambiaron su alineamiento en las fases finales de la guerra.

En Europa
Artículo principal:
Hechos anteriores a la Segunda Guerra Mundial en Europa

Expansión de Alemania de 1935 a 1939
Durante la elaboración del
Tratado de Versalles, se presentó el problema de la compensación que Alemania debía pagar a los vencedores. El Reino Unido obtuvo la mayor parte de las colonias alemanas en África y Oceanía (aunque algunas fueron a parar a Japón y a Australia). Por su parte, Francia, en cuyo suelo se desarrolló la mayoría de los combates del frente occidental, recibió el pago de una gran indemnización y la recuperación de Alsacia y Lorena, que habían sido anexadas a Alemania por Otto von Bismarck tras la Guerra Franco-prusiana en 1870.
En el
Imperio ruso, la Dinastía Románov había sido derrocada y reemplazada por un gobierno provisional que a su vez fue derrocado por los bolcheviques de Lenin y Trotsky. Después de firmar el humillante Tratado de Brest-Litovsk, los bolcheviques tuvieron que hacer frente a una guerra civil, que vencieron, creando la URSS en 1922. Sin embargo, ésta había perdido enormes territorios por haberse retirado prematuramente de la guerra. Estonia, Letonia, Lituania y Polonia resurgieron en el mapa a partir de una mezcla de territorios rusos y alemanes tras el tratado de Versalles.
En Europa Central, nuevos estados aparecieron tras el desmembramiento del
Imperio Austrohúngaro: Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia, que además tuvo que ceder territorios a la nueva Polonia, a Rumanía y a Italia.
En Alemania, la visión popular del
Tratado de Versalles era muy negativa: bajo su cobertura legal se había desmembrado el país, la economía alemana se veía sometida a pagos y servidumbres a los Aliados considerados abusivos, y el estado carecía de fuerzas de defensa frente a amenazas externas, sobre todo por parte de la URSS, que ya se había mostrado dispuesta a expandir su ideario político por la fuerza. Esta situación percibida de indefensión y represalias abusivas, combinada con el hecho de que nunca se llegó a combatir en territorio alemán, hizo surgir la teoría de la Puñalada por la espalda, la idea de que en realidad la guerra se podía haber ganado si grupos extranjeros no hubieran conspirado contra el país, lo que hacía aún más injusto el ser tratados como perdedores. Surgió así un gran rencor a nivel social contra los Aliados, sus tratados, y cualquier idea que pudiera surgir de ellos.
La desmovilización forzosa del ejército hasta la fuerza máxima de 100.000 hombres permitida por el tratado (un tamaño casi testimonial respecto al anterior) dejó en la calle a una cantidad enorme de militares de carrera que se vieron obligados a encontrar un nuevo medio de subsistencia en un país vencido, con una economía en pleno declive, y tensión social. Todo eso favoreció la creación y organización de los
Freikorps, así como otros grupos paramilitares. La lucha de los Freikorps y sus aliados contra los movimientos revolucionarios alemanes como la Liga Espartaquista (a veces con la complicidad o incluso el apoyo de las autoridades) hizo que tanto ellos como los segmentos de población que les apoyaban se fueran inclinando cada vez más hacia un ideario reaccionario y autoritario, del que surgiría el nazismo como gran aglutinador a finales de los años 20 - inicios de los 30. Hasta entonces, había sido un partido en auge, pero siempre minoritario; un intento prematuro de hacerse con el poder por la fuerza (el Putsch de Múnich) acabó con varios muertos, el partido ilegalizado y Hitler en la cárcel. Es durante ese periodo de encarcelamiento que escribió el Mein Kampf (Mi lucha), el libro en el que sintetizó su ideario político para Alemania.
El caldo de cultivo existente a nivel social, combinado con la
Gran Depresión de inicios de los 30 hizo que la débil República de Weimar no fuera capaz de mantener el orden interno; los continuos disturbios y conflictos en las calles incrementaron la exigencia de orden y seguridad por parte de sectores de la población cada vez más amplios. Sobre esa ola de descontento y rencor, el Partido Nazi, liderado por Adolf Hitler se presentó como el elemento necesario para devolver la paz, la fuerza y el progreso a la nación. Los ideólogos del partido establecieron racionalizaciones que justificaban todas las ideas que hoy día resultan controvertidas en su ideario: la remilitarización era imprescindible para librarse del yugo opresor de las antiguas potencias Aliadas; la inestabilidad del país era ocasionada por movimientos sociales de base extranjera (comunistas) o grupos de presión no alemanes (judíos), culpables además de haber apuñalado por la espalda a la Gran Alemania en 1918; además, Alemania tiene derecho a recuperar los territorios que fueron suyos, así como asegurarse el necesario espacio vital para asegurar su crecimiento y prosperidad. Todas estas ideas quedaron condensadas en el Mein Kampf.
Partiendo de las afrentas reales y comprobables causadas por el Pacto de Versalles, los nazis lograron racionalizar las partes más duras de su ideario, de modo que potenciaron, alimentaron y extendieron la necesidad de reparación en la sociedad alemana, mezclando los problemas reales con las necesidades de su propio programa político, presentando el
militarismo y la adherencia a la disciplina fascista como las únicas vías capaces de reconducir la situación. Del mismo modo se justificó la represión brutal de cualquiera que no pensara del mismo modo o fuera percibido como un enemigo del estado. Y el clima existente a causa del Pacto hizo que a la sociedad en general no le preocupase lo más mínimo el incumplimiento de cualquier tipo de tratado internacional. Hasta 1932, el NSDAP fue incrementando su cuota electoral en las elecciones federales, manteniendo un estilo político igual de bronco y agresivo que el que practicaba en la calle.
En noviembre de
1932 tienen lugar las octavas elecciones federales alemanas, en las que el NSDAP perdió algo más de un 4% de votos, quedando en un 33,1%. Al ser la lista más votada, y ante la imposibilidad de lograr una opción de consenso entre las demás fuerzas políticas, el presidente Hindemburg nombra canciller a Hitler y le ordena formar gobierno. El 27 de febrero de 1933, un incendio inexplicable arrasa el Reichstag, la sede del parlamento alemán. A raíz del mismo, Hitler declara el estado de excepción. Pronto surge desde el partido nazi la acusación de que los comunistas son los instigadores de la quema, y Hitler logra que un Hindenburg ya muy mermado de salud firme el Decreto del Incendio del Reichstag, aboliendo tanto al partido comunista como a cualquier organización afín al mismo. Con sus principales enemigos políticos ilegalizados, Hitler procede a convocar las novenas elecciones federales alemanas el 5 de marzo de 1933, logrando esta vez un 43,9% de votos y pasando a gobernar, en coalición con el DNVP, en mayoría absoluta. Una vez conseguido el poder político, la noche del 30 de junio al 1 de julio de 1934, Hitler se quita de encima a los principales opositores políticos que aún tenía, tanto de su partido como de los otros, en la llamada Noche de los cuchillos largos. Con esta acción de fuerza logró también el apoyo del ejército y la industria.

Benito Mussolini (izquierda) y Adolf Hitler (derecha), líderes de la Italia fascista y de la Alemania nazi respectivamente.
Rápidamente, Hitler restauró en Alemania el servicio militar generalizado que había sido prohibido por el Tratado de Versalles,
remilitarizó la Renania en 1936 y puso en práctica una política extranjera agresiva, el pangermanismo, inspirada en la búsqueda del Lebensraum, destinada a reagrupar en el seno de un mismo estado a la población germana de Europa central, comenzando por Austria (Anschluss) en marzo de 1938. El principal objetivo declarado de la política exterior alemana de la época inmediatamente anterior a la guerra era, por una parte, la recuperación de esos territorios, así como del Corredor polaco y la Ciudad libre de Danzig, en los antiguos territorios de Prusia perdidos por Alemania después de 1918. Esas reclamaciones territoriales constantes constituían elementos importantes de inestabilidad internacional, pues Berlín reivindicaba abiertamente su restitución, de forma cada vez más agresiva, con la intención de reconstruir la Gran Alemania.
El apoyo al levantamiento militar del General
Francisco Franco en España por parte de Italia y Alemania con tropas y armamento desafió abiertamente al acuerdo de no-intervención en el conflicto civil (Guerra Civil Española) de las naciones extranjeras. Hitler había firmado ya el Pacto de Acero con Mussolini, el único de los dirigentes europeos con un ideario similar. El apoyo a las fuerzas franquistas fue un intento de establecer un estado fascista controlando el acceso al Mediterráneo con vistas a una futura guerra europea, algo que solo les funcionó a medias.
El oeste de
Checoslovaquia (la región conocida como los Sudetes) era el hogar de una gran cantidad de población de ascendencia germana, cuyos derechos, según el gobierno alemán, estaban siendo infringidos. La anexión de los Sudetes fue aceptada en Múnich en septiembre de 1938 tras una conferencia tripartita entre Alemania, Francia y Gran Bretaña, donde el francés Edouard Daladier y el primer ministro inglés Neville Chamberlain, siguiendo una Política de apaciguamiento, confiaron en que sería la última reivindicación de la Alemania nazi. Hitler había transmitido personalmente esa idea a Chamberlain, tras entregarle un conjunto de informes con supuestas atrocidades cometidas contra habitantes alemanes en los Sudetes. La postura inglesa y francesa se debía en gran parte a la reticencia de sus poblaciones a verse envueltos de nuevo en una guerra a escala mundial, así como al convencimiento (sobre todo por parte de ciertos sectores de la sociedad inglesa) de que realmente el Tratado de Versalles había sido excesivo.
Sin embargo, en marzo de
1939 los ejércitos de Alemania entraron en Praga y asumieron el control de los territorios checos restantes. El día siguiente Hitler, desde el Castillo de Praga, proclamó el Protectorado de Bohemia y Moravia, a la vez que propició la aparición del estado títere de Eslovaquia. También se apoderó del territorio de Memel, perteneciente a Lituania. El fracaso del apaciguamiento demostró a las potencias occidentales que no era posible confiar en cualquier tratado que pudiera firmarse con Hitler, así como que sus aspiraciones de poder y expansión no podían seguir siendo toleradas. Polonia y Francia firmaron un acuerdo de mutua defensa el 19 de mayo de 1939, que posteriormente también suscribió Gran Bretaña.
Por su parte, Alemania y la URSS firmaron el
23 de agosto del mismo año el Pacto Ribbentrop-Molotov, que incluía un protocolo secreto por el que ambas potencias se dividían Europa central en esferas de influencia, incluyendo la ocupación militar. El tratado establecía el comercio e intercambio de petróleo y comida de la URSS a Alemania, reduciendo así el efecto de un futuro bloqueo por parte de Gran Bretaña como el que casi había ahogado a Alemania en la Primera Guerra Mundial. Hitler pasó entonces a centrarse en la preparación del futuro conflicto con los Aliados cuando, como pretendía, invadiera Polonia con el fin de incorporarla a Alemania. La ratificación del tratado de defensa entre Polonia y el Reino Unido no alteró sus planes.

Cartel propagandistico ensalzando la figura de Benito Mussolini.
Benito Mussolini se había convertido en líder indiscutido de Italia durante ese mismo período de entreguerras. Expulsado del Partido Socialista Italiano por apoyar la participación de Italia en la Primera Guerra Mundial, en 1919 fundó los Fasci italiani di combattimento, grupo militar integrado por excombatientes, que reprimían a los movimientos denominados obreros y al partido socialista; era por tanto análogo a los Freikorps alemanes tanto en ideario como en actuación. El fascismo creado por Mussolini defendía un régimen militarista, autoritario, nacionalista, que centralizara el poder en una persona y un movimiento (Partido Nacional Fascista en el caso italiano) y contrario a las instituciones democráticas. Los fascistas tomaron como emblema el Fascio, antiguo símbolo de poder entre los romanos, consistente en un haz de varas con un hacha en el centro.
En estos años los movimientos
obrero y campesino se manifestaron de manera más radical al tomar las fábricas y las tierras bajo su control, en un intento por imitar la revolución rusa. Los industriales y terratenientes, asustados por esta amenaza a sus intereses, apoyaron económicamente a los Fasci di combattimento. En septiembre de 1922 los camisas negras, como también eran conocidos los fascistas, organizaron una marcha sobre Roma, para presionar al gobierno por la incapacidad de resolver la situación económica. En respuesta, Víctor Manuel III nombró a Mussolini primer ministro. Este empezó a autodenominarse "Duce" (caudillo), y estableció un gobierno totalitario. Creó el Gran Consejo Fascista que controló el Parlamento. Persiguió a los sindicatos, al Partido Socialista, prensa contraria a su gobierno, y a la Iglesia. Suprimió las libertades individuales y el derecho de huelga. Controló los medios de comunicación y solo permitió propaganda que exaltara el nacionalismo y el fascismo. También introdujo el militarismo en el sistema educativo italiano.
Del mismo modo que Hitler en Alemania, Mussolini defendía el derecho de Italia a la expansión territorial, de grado o por fuerza. Mussolini comenzó una gran campaña expansionista conocida como el
colonialismo italiano. Estableció colonias en Somalia, Eritrea y Libia, y conquistó por la fuerza Abisinia y Albania, ignorando las protestas de la Sociedad de Naciones.

CAUSAS DEL INICIO DE LA GUERRA


Malestar dejado por la Primera Guerra Mundial.
Fascismo y Nazismo.
Nacionalismos que se transforman en imperialismos.
La agresión alemana.
La crisis económica de 1929.
El débil comportamiento de la Sociedad de las Naciones.
Guerra civil española.
El Pacto de Acero.
La formación del Eje.
Pacto germano-soviético.

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FINAL DE LA GUERRA

Tras seis años de dura lucha, el 14 de agosto de 1945, se declara el final de la guerra con la victoria de los Aliados. El tiempo ha transcurrido, ha caído el Muro de Berlín, Europa del Este ha abierto sus fronteras... A pesar de todo esto, en plena era de Internet, la Segunda Guerra Mundial sigue muy presente y en la Red se ha convertido en un nuevo archivo histórico.
Esta página te invita a un viaje por nuestro pasado reciente, para conocer todos los aspectos de la Segunda Guerra Mundial: batallas, campañas, personajes más relevantes, armamento utilizado en los años 40... Ahora entra en el túnel del tiempo y ve lo que realmente ocurrió allí.